A pesar de ser un deporte que lleva relativamente pocos años instalado en nuestro país, ha sufrido una importante evolución: de ser una actividad en sus inicios realizada por unos pocos privilegiados, ha pasado a ser un deporte de entretenimiento practicado por una masa importante de personas. Personalmente, he pasado de escuchar frases como “el pádel es un deporte para ricachones gandules, no hay que hacer nada” a “¿echamos un partidito esta noche?” o “¡es más duro de lo que parece!”

Este número creciente de personas que juegan al pádel es muy heterogéneo, con distintas cualidades y capacidades técnicas, tácticas, físicas,… Jugando al pádel podemos encontrarnos desde niños y adolescentes hasta  personas mayores de 55 años que nunca han practicado deporte con anterioridad, pasando por gente que practicaba otras modalidades o personas que siempre han sido activas físicamente.

Como hemos comentado en otros post, esta facilidad para ser practicado es una gran ventaja a la hora de enganchar a la gente a practicar deporte, pero no debemos olvidar que se trata de actividad física y que para practicarla con garantías requiere una condición física aceptable, sobre todo para evitar lesiones (que pueden alejar a esos usuarios para siempre del ejercicio físico).

Por ello, en mis clases, aparte de los aspectos técnico y táctico, siempre trabajo cualidades físicas como la coordinación, la agilidad y la flexibilidad. Además siempre recomiendo a mis alumnos que, además de venir a sus clases semanales, no descuiden aspectos vitales como una correcta tonificación muscular y resistencia cardiovascular, como un “extra” necesario a su actividad deportiva.